Él era de esos chicos que se "enamoraban" de las margaritas recién florecidas.
De esos chicos que van arrancando pétalo a pétalo en largos intervalos de tiempo,
para que no duela tanto.

Nunca se atrevía a arrancar el último, por si acaso.
Y volvía al bar para buscar una nueva, así sucesivamente;
algunas las dejó intactas, otras a mitad.

La mía decidió arrancarse a sí misma el último pétalo,
esperando a la lluvia y al buen tiempo para volver a florecer.

Pero no se dio cuenta de que la arrancó de la raíz para la colección de su florero mental,
esperando al tiempo para disecarlas y convertirlas en su marcapáginas.

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