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El problema es que casi siempre necesitamos tener a alguien en la mente y cuando no lo tienes todo lo relacionado con el amor pierde sentido; utilizamos historias del pasado que pensamos que ya no duelen para escribir, deshilando la herida hasta que queda otra vez abierta. Escribir no es una obligación es la necesidad de los que callaron en vez de confesar es la necesidad de escribir hipotéticos casos donde la persona se queda nos quiere y nos evade a un universo paralelo donde los dos corazones cosidos forman la silueta perfecta del amor; es la necesidad de cerrar capítulos de cada etapa que vivimos para empezar de nuevo, es la necesidad de despedirse de los que han huido. Escribir es mirar por el punto ciego, y disfrutar de la perspectiva que nos hemos perdido todo este tiempo.

Reflexiones incompletas

Estoy cansada del individualismo colectivo en el que vivimos. El mundo está formado por un grupo de masas que buscan la aceptación de la sociedad con un "me gusta", y se sienten abandonados cuando nadie le escribe, lo que crea una dependencia digital y una obsesión por ser el centro del interés ajeno. Vivimos en una sociedad donde todas nuestras necesidades están cubiertas por un dispositivo móvil, menos el acto sexual, lo que conlleva a buscar personas esporádicas para cubrir esa necesidad vital. Ahora ¿quién se siente solo teniendo whatsapp, Facebook, Twitter, Instagram, Youtube...? Aquellos que no reciben respuesta.  Estas redes sociales nos han omitido la sensación de echar de menos, concepto importante para crear un vínculo con otra persona. Las páginas de contactos se han convertido en una parte esencial de nuestra búsqueda del amor, por ello creamos perfiles donde creamos un ego por encima de nuestras capacidades, utilizando la tecnología para encubrir nuestro
La frustración, el odio y la ira que me provocaba un miembro de mi familia, hacía que cada noche se me apareciera en las pesadillas matando a las personas que quería. Como la visión de una pintura que te adentra sin saber el comienzo de la creación, me adentré en el momento del acto sangriento. ÉL conducía un coche de marca no recordable por una carretera secundaria, solitaria, a varios kilómetros de euforia dañina. Varios miembros de mi familia corrían a cámara lenta intenta ndo huir del inevitable atropello; vi en primer plano la cara de ÉL, desfigurada por la fuerza de sus dientes apretados y salientes de su rostro, los ojos rojos, ciegos, con el único objetivo de matarlos. Presencié, en el tiempo que transcurre el sueño, como atropellaba uno a uno a mis seres queridos. Conforme eran aplastados por las ruedas delanteras, sus cuerpos se iban descuartizando, retumbando en el asfalto órganos, huesos; los trozos de carne por los aires; mezclándose las partes de cada uno, haciéndose
La única guerra que quería que presenciaras  eran la de nuestros dedos jugando con nuestros cuerpos  a encontrarnos las cosquillas, provocarte sonrisas tan grandes como la distancia que nos separa, hacerte más amenas las noches de guardia. Usar como trinchera mi cama,  salvarnos del frío de la madrugada y al despertar ver tu cara de paz,  esa paz que falta en este maldito mundo. Inevitablemente el tiempo pasa,  y terminó la guerra acordando ser amigos a pesar de los momentos que compartimos. Y la trágica noticia para mí, pero supongo que honorable para ti, de marcharte a salvar lo insalvable ha caído en mí como un bombardeo. Ese bombardeo que prefiero sentir yo, en vez de tú, en la guerra de los países malditos.
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Era una sentimental sin-ti-mental mentalmente inestable, lo que le provocaba delirar en su imaginación, creando momentos que no se realizarán nunca pero deseándolos a cada momento por si una noche, sin esperarlo, pasaba una estrella fugaz por su ventana, o por su cama, y se cumplía sus fantasías. Pero su manía de querer sentir por alguien para descubrir lo que tenía dentro de sí le hacía vivir en un mundo paralelo donde dolía menos, pero locurizaba más. Su manía de indagar en la profundidad de la mente le hacía perder la suya. Dos años da para una decena de universos paralelos, en los que la querían con locura, que el sin ti, era contigo, que el allí, era aquí, ahora, que las bocas temblaban, las piernas gemían del crujir que provocaba el movimiento, no estábamos limitados al tiempo del comienzo ni de la despedida. Tantos universos paralelos, y he despertado de todos.
Si en algún momento de tu vida te acuerdas de mí, puedes decírmelo, no importa si han pasado muchos días, meses, o años; aunque hayas desaparecido sin más, aunque no hayas querido tener una relación, aunque me dijeras que no estabas preparado para estar con una chica como yo, aunque me dijeras que era la chica perfecta en el momento equivocado, aunque tuvieras que irte a otra ciudad u otro país, puedes decírmelo. Los sentimientos se han quedado en el agujero negro de cada válvula de mi corazón, y con el bombeo se han desecho,  esparciéndose en el recuerdo emocional próximamente olvidado, que de la misma manera ya no siento. Si te acuerdas de mí, háblame, nunca he sabido tener rencor hacia las personas que no han querido quedarse, ni a las que me han hecho daño, ni a las que me han abandonado. Si te acuerdas de mí, háblame, para saber si todo lo que viví mereció la posterior pena, y no quedó todo en el olvido. Si te acuerdas de mí, dímelo, yo ya no me atrevo a hacerlo.
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Siempre he existido en el punto intermedio entre dos opuestos, por eso cuando me preguntan por mí,  no sé que decir, no se definirme, ni limitarme a algo; expando mi mente  y aumento mis conocimientos cuando descubro algo desconocido,  recordándolo a corto o largo plazo,  según lo que afecte a mi vida. Estar en un punto intermedio es no poder estar ni contigo ni conmigo, por eso prefiero estar en el punto intermedio, a estar sin mí.
Y cuando debo irme, vas y te me apareces. Y cuando apareces, también debes irte. Esta vez era yo quien se iba primero, llegando a la estación en el último segundo de la cuenta atrás de la partida, sin tener tiempo de mirar atrás mientras subía al autobús, con un efímero beso, tan fugaz que no recuerdo. No me dio tiempo a decirte que te echaría de menos. Mis impulsos nerviosos ganaron a la consciencia, y me dejé llevar. Estaba tan acostumbrada al contacto físico sin alteración emocional, que cuando llegaste, mis válvulas volvieron a reactivarse. Estaba tan acostumbrada a que no me dieran cariño, que me parecía irreal y falso lo que estaba viviendo contigo, ¿habría llegado mi momento? Recuerdo tu cuerpo en mi espalda, tu barbilla apoyada en mi hombro derecho, tus labios queriendo acercarse a los míos, con la mirada fija en las imágenes de mi playa favorita. No fue amor, pero tanto lo pareció, que mi control se salió de la órbita de la estabilidad, y volvió al des
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La sirena que cortó su cola y su melena volvió al mar, a encontrar las ganas de bucear en el mar de dudas, buscando la caracola que guardaba el eco de la certeza, y superar el miedo al agua desde que constantemente se le llenaba de mar su lagrimal. Ya no llora, solo debajo del agua, provocando olas con recuerdos que quieren agarrarse a la tierra, pero la marea no les deja. Ella sigue siendo ola, que no sabes si va,  o viene, o vuelve, solo se sabe que no se queda.
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Me estoy acostumbrando a jugar con hielo, a deshacerlo con los dedos como los recuerdos de aquellas personas que en un tiempo indeterminado pero breve, tocaron mi vida. Tengo el tacto tan sensible que solo con un roce de sus manos en mi cuerpo, me hacían sentir. Sentía las ondas de sus huellas dactilares en mi piel, y me erizaba cuando encontraban mis puntos débiles de imprevisto, sin estar concentrada, todo era un sinsentido flotando en el inconsciente tiempo y me relajaba. Ahora que el calor bochorna, empapa, me he llenado las heridas de hielo para aliviarlas. Estoy jugando con hielo, y aunque me congele, es inevitable seguir sintiendo, pero en solitario.
No, no sé que hacer. Me da miedo verme con luz, con flores en mi cuerpo, con colores que no sean el negro. Me veo con más volumen, más encogida en algo que me viene grande. Las responsabilidades estan hechas para las mentes valientes, y la mía sigue siendo una cobarde que no sabe decir no cuando tiene una mala oferta delante. Doy oportunidades que no me convienen, nunca pido, siempre exijo pero el deseo acaba cedido, doy más de lo que prometo, y siempre me prometo que no volveré a aquello que una vez perdí, que perderé, y por conformidad acabo volviendo. Yo se lo que me digo. Esto de querer empezar a ser independiente me está viniendo demasiado grande; me faltan motivos positivos para agrandarme y no tengo ninguna meta que me ayude a seguir hacia delante. La salud me esta afectando seriamente, ya no escribo como antes, los días están introvertiendome. Ser feliz, no sé como se hace, pero si no lo sé  algo habrá que inventarse.
Abrazaba con los brazos abiertos y los puños cerrados, dos segundos, y se separaba del cuerpo, para que no le afectaran los sentimientos. El fracaso de sus relaciones amorosas le habían provocado encongimiento de la esperanza y del cariño, le tenía manía al amor y decidió olvidarlo, dándose una oportunidad a sí misma, dejando a su vida vivir, que recorriera el tiempo.  Pero vivir tiene un límite, la muerte; y no tener un motivo que la distrayera le hacía pensar más en ella. El tiempo se acababa, activó la memoria desde su principio y se dio cuenta de que no hizo nada, tuvo que ser responsable desde edad temprana, no había tenido infancia; y entre tanta gente siempre se había sentido un poco sola. Lo daba todo a cambio de nada, y esa nada la marginó a un mundo de inseguridades, de malas personas describiendo sus defectos día tras noche, recordándoselos a lo largo de los años con desapariciones. Podría haber sido grande, pero con cada ilusión que con el tiempo se desgastó, se desgastaba
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Todo habría sido más fácil si desde el principio me hubieras dicho que ya tenías a tu musa, que ya tenías inspiradora fija y nunca necesitarías inspiración mía;  me habría ahorrado ilusiones perdidas,  sentimientos clavados entre costilla y ventrículos;  poemas dirigidos a ningun sitio, cayendo en el precipicio del agujero negro de amores perdidos. Todo habría sido más fácil si desde el principio me hubieras dicho que llegué en el momento equivocado antes de que se hiciera tarde,  me habría ahorrado esperanzas vanas y espera que no mereció la pena. Todo habría sido más fácil si no me hubieras besado al final de la primera noche. Te podría haber hecho el transcurso de la vida más fácil si te hubieras quedado. Pero todo es dificil, el tiempo es complicado, no nos conocimos tanto, no tuve el derecho de querer, ni siquiera de intentarlo.
Nos conocimos un día de esos en los que todo sale bien, en el que no hay nada planeado, en el que solo necesitabamos palabras llenas de experiencias, bromas, intereses comunes y descomunes. Era perfecto. Chico perfecto, en el momento perfecto, en la distancia perfecta, ni tan lejos ni tan cerca. Si, era uno de esos días en los que todo saldría bien. Cervezas, comida, risas, aceite de las patatas en los dedos que nos limpiaríamos disimuladamente entre la ropa de una tienda; cosquillas, más risas, y mirada cómplice, transparente, solo con el interés de querer conocerme. No habíamos llegado a mi casa y ya estaba planeando la próxima quedada; después de mucho tiempo había alguien que quería volverme a ver sin interés sexual.  Todo salió bien. Quise compartir una parte de mí con él, y le llevé a un recital de poesía. No todo salió bien. En el siguiente encuentro todo cambió. Odiaba la poesía, la cerveza, los bares. Prefería los vídeojuegos, los vídeos sobre ellos. Su mundo era eso, y no ha