La única guerra que quería que presenciaras 

eran la de nuestros dedos jugando con nuestros cuerpos 

a encontrarnos las cosquillas,
provocarte sonrisas tan grandes como la distancia que nos separa,
hacerte más amenas las noches de guardia.

Usar como trinchera mi cama, 

salvarnos del frío de la madrugada
y al despertar ver tu cara de paz, 
esa paz que falta en este maldito mundo.

Inevitablemente el tiempo pasa, 
y terminó la guerra
acordando ser amigos a pesar de los momentos que compartimos.

Y la trágica noticia para mí,
pero supongo que honorable para ti, de marcharte a salvar lo insalvable
ha caído en mí como un bombardeo.

Ese bombardeo que prefiero sentir yo,
en vez de tú,
en la guerra de los países malditos.

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