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 Ay, mujer te han obstruido la creación de tu vientre con consejos para ser una mujer fuerte para que tus senos y tu cuerpo no se debiliten. Ay, mujer no piensan en ti en su futuro solo en presente discontinuo recordándote otro pasado que no es el tuyo. Ay, mujer deciden por ti, hablan por ti, juzgan todo lo que quieres decir, solo por ser fuerte no se preocupan por tu porvenir. Ay, mujer y tú te preguntas, ¿pero qué saben de ti? ¿Saben, acaso, si siendo fuerte has sido feliz? ¿Saben, acaso, que ser fuerte no ha dependido de ti, sino de circunstancias que has sufrido y padecido y no ha quedado otra alternativa que sobrevivir?
 Ha llegado la tormenta disfrazada de calma, con un as en la manga que ha soltado sin dejar suspiro. Mamá, no llores, ya se ha ido. Que el trauma ya no duele, que ya no encoge, que nuestro corazón te quiere, que ya no sufre, que tu fuerza y la buena educación nos sigue, lo llevamos por bandera, la bondad vence. La consciencia ya no se remueve. Lo has hecho bien, lo has hecho mal, pero no nos has abandonado. Mamá, no sufras, ya no hace daño.  Nunca ha sido padre, aunque a veces nos lo hayas recordado, nunca ha sido padre, ha sido el engendrador pero no el padre, y así lo hemos vivido, una constante venganza amorosa y no un cariño paternal. Mamá, no consientas, no va a ganar. Estás aquí, estás ahora y lo estarás siempre, que no por estar lejos se quiere menos, que no por rehacer tu vida somos la opción, que no por quererte a ti misma hemos dejado de ser tu prioridad. Mamá, no llores, vuelve a creer vuelve a ser la mujer que una vez tuviste que dejar de ser, empodérate, enfréntate al pasa
 Si hubiera sabido que una flor sería el único recuerdo que tendría de ti, la habría guardado entre los libros que nunca hubieran hablado de nosotros. Si hubiera sabido que pronto se apagaría tu luz, no habría echado cenizas en la vela que en primavera encendimos y que el verano consumió. Si hubiera sabido que tus ojos verdes cerrarían para siempre, habría contenido mi orgullo para que no te hiciera desaparecer. Si lo hubiera sabido, no me habría alejado tanto aunque el sufrimiento hubiera sido inevitable, aunque al final hubiera acabado en desastre, aunque tu orgullo no me dejaba estar cuando el cáncer venía a visitarte, pero lo hubiera intentado, aunque fuera tu última vez. Ahora, que he sabido que hace dos años que el mundo dejaste, que has dado vida a una hija para recordarte, mi conciencia no para de pensar en lo que habría pasado si me hubiera quedado.
Existen madrastras realistas que les tocan, por obligación, el papel de conciencia del bien y del mal de príncipes y princesas, sobreprotegidos por hadas madrinas que le han concedido toda su vida el sí a las demandas y deseos de esos pequeños y pequeñas para que fueran felices. Y no lo son. Son príncipes y princesas sin moral, sin pensamiento propio ni educación que han crecido con el ego como epicentro del mundo y cuando actúa la madrastra, se le acusa de exceso de poder y de autoridad. Están cansadas. Están cansadas de ser las malas del cuento, Sólo quieren dar un poco de realidad a ese mundo de irresponsabilidades y futuras frustraciones que tarde o temprano convertirán al príncipe y a la princesa en un animal, en vez de una persona normal. Las madrastras son aquellas malvadas, brujas, que son madres pero no tienen derechos,  son madres pero no tienen afecto, son madres involuntariamente y no tienen agradecimiento.  
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  En cada corazón hay un cementerio de flores resecas que no se ha llevado el viento, un libro interminable de puntos suspensivos que no tiene fuerzas para pasar a la siguiente página, una ilustración malpintada de grabados y manchas que no verá la luz, unas escaleras con peldaños rotos, una pasarela quebrantable a cada paso que no soporta el peso del tiempo. En cada corazón hay una coraza de hierro que el tiempo endurece y oxida, que cuando arde se hace herida, y sigue vivo con cicatrices que se curaron con esas flores resecas que no quiso llevarse el viento.
  Y vuelve el demonio a resoplar las cenizas de una hoguera que no encendimos de una herida que apuñaló. Vuelve el demonio a evitar la vida a vengarse de las almas vivas a absorber la energía positiva a provocar la ira. Y vuelve el demonio a avivar cenizas; pero esta vez, no nos remueve, no nos va a quemar, no nos va a herir, no nos va a alterar.
  La vida es una aguja desafilada moviéndose en torno a mi globo,  que poco a poco va perdiendo la ingravidez de la felicidad. Me muevo bajo amenaza de que un día vaya a explotar. Y paro. Paro en medio de este agobio que me enrojece el rostro y arde, este agobio que entrecorta suspiros este agobio que inunda mis ojos este agobio que bloquea y paraliza que llora y no termina que grita en un vaso lleno de vacío entre el borde y mi boca, que oscurece y engarrota, este agobio en el cuerpo que no me deja controlar lo que está sucediendo. Y paro.