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Mostrando entradas de marzo, 2015
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Cada 5 minutos cambiábamos de estación. En los cinco primavera se alteraba la excitación, los siguientes verano los quemábamos, haciéndonos ceniza con la fricción de la cama árida, tu pólvora y mi fuego; los penúltimos otoño nos hacíamos pedazos como las hojas secas que caen en el asfalto. Los últimos invierno dejábamos los sentimientos bajo cero para no enamorarnos, se congelaron nuestros cuerpos de no tocarnos. Pasaron las estaciones, desaparecieron las cenizas, y faltaron motivos para que se alterara la materia y volviéramos a ser. Cada cinco minutos me enamoré de tus estaciones, pero nos quedamos en invierno.
Nos podríamos definir en varios tipos de personas: Personas jóvenes con almas de viejo, personas ancianas con alma  joven, treinteañeros con síndrome de Peter Pan, veintitantos con cincuenta de experiencia, otros veintitantos con diecinueve de piel los que no llegan ni a los diez y maduran antes de tiempo, los pudren antes de tiempo, cuarenta y tantos que no quieren envejecer, ochenta y pocos que parecen diez. La edad no es tan importante, con veintitantos puedes llorar como una niña, con menos de quince, ejerces de madre, con cuarenta y pocos puedes ser adolescente. Todo madura, todo envejece.
A ver como lo explico. No quiero ser tu todo, quiero ser tu algo. Tu orgasmo tu caricia tu salvavidas tu tormenta tu anti-ira tu defecto más reciente tu recuerdo esporádico tu cuerpo desnudo. Quiero ser tu cerveza a medias tu cigarro aliñado tu cima tu brisa tu calma tu color de ojos favorito tu lunar escondido tu musa tu poeta tu desastre. No quiero ser tu todo. Elige tú lo que quieres que sea, y ya veré yo si lo puedo ser por ti.
Nadie elige la vida, ni el lugar que quiere vivir, cuando se nace no se tiene consciencia de ello, ni tampoco los medios para hacerlo con el paso del tiempo. Ellos no eligieron la muerte a su lado, la oscuridad en sus ojos,  el lugar lleno de recursos de supervivencia que no pueden tocar, los ricos ya se encargan de robarle toda la materia natural. Ellos, no tienen boca, ni oídos, ni olfato, ni siquiera nombre, solo tienen ojos que les hacen ver como lo pierden todo, y se acostumbran a la pérdida como si fuera algo vital en los humanos. Nosotros, que nos quejamos de no tener un cuerpo al lado durmiendo por la noche, y ellos están desnudos, sin nada con lo que taparse. Yo,  no elegí esta vida, pero cuando encuentre los medios y reúna papeles vacíos que mueven a la humanidad, intentaré compartirla.
Era de noche, de eso estaba segura. En medio de la carretera, sin luces, sin líneas divisorias de cambio de dirección. No podía percibir ni mis manos, ni mis pies, quizás era mi alma que estaba harta de aguantar siempre los mismos pensamientos suicidas y necesitaba respirar un poco de aire en medio de aquella carretera. Ya no habían montañas por las que escalar, ni mares por los que nadar, ya no había cielo por el que dejarse llevar. No, tampoco era de noche, tampoco había luna ni estrellas. Era mi cuerpo vacío y muerto, lleno de cicatrices por cada tren que había pasado por encima y no quiso parar para quedarse. Mi alma había sido más rápida, salió lo más rápido de mi cuerpo inerte para salvarse. Pero sin cuerpo, el alma no servía de nada. Se quedó esperando la última luz del último tren, esperando una luz que iluminara el vacío del cuerpo, para encontrar la grieta por la que escapó su alma. Y ahí sigue, esperando a ese último tren, antes de que sea demasiado t
Todos creían que era fuerte. Caminó por brasas, abrazó a cactus, se cosió las heridas en carne viva, le hizo frente al monstruo de su vida, siguió sin ti, se rió constantemente de la muerte. Pero cuando todo el mundo se marchaba, lloraba, saliendo de su coraza, desangrándose, para recuperarse y volver a la misma guerra al día siguiente.
Habito en el mundo de los traumas, donde nada duele, todo da miedo, nadie responde, todo es negro. Habito en el mundo de los dramas, donde todos gritan, golpean, se desvanecen, se quedan sin aire, se ahogan, se engarrotan, se les duerme el alma, sin ningún remedio para despertarla. Habito en el mundo de la mentira, donde los te quieros están escondidos entre los hasta luego, hasta nunca, donde los brazos de los abrazos están cubiertos de agujas, donde las manos que tocan, fragmentan, donde el pecho enrojece de tantas espinas, donde el cariño que recibes solo es para sus intenciones, con condiciones, donde los estoy solo están disfrazados de compañía. Habito en mi mundo, en el que sonrío cuando todos mantienen su boca alineada, en el que salto desde el columpio cuando todos paran en seco, en el que me escondo entre mi pelo cuando todos me miran, en el que lloro cuando nadie me lo pide, y me aguanto cuando me recuerdan el pasado que