Cada 5 minutos cambiábamos de estación.

En los cinco primavera se alteraba la excitación,

los siguientes verano los quemábamos,
haciéndonos ceniza con la fricción de la cama árida,
tu pólvora
y mi fuego;
los penúltimos otoño nos hacíamos pedazos como las hojas secas que caen en el asfalto.
Los últimos invierno dejábamos los sentimientos bajo cero para no enamorarnos,
se congelaron nuestros cuerpos de no tocarnos.

Pasaron las estaciones,

desaparecieron las cenizas,
y faltaron motivos para que se alterara la materia y volviéramos a ser.

Cada cinco minutos me enamoré de tus estaciones,

pero nos quedamos en invierno.

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