La frustración, el odio y la ira que me provocaba un miembro de mi familia, hacía que cada noche se me apareciera en las pesadillas matando a las personas que quería.

Como la visión de una pintura que te adentra sin saber el comienzo de la creación, me adentré en el momento del acto sangriento. ÉL conducía un coche de marca no recordable por una carretera secundaria, solitaria, a varios kilómetros de euforia dañina. Varios miembros de mi familia corrían a cámara lenta intentando huir del inevitable atropello; vi en primer plano la cara de ÉL, desfigurada por la fuerza de sus dientes apretados y salientes de su rostro, los ojos rojos, ciegos, con el único objetivo de matarlos. Presencié, en el tiempo que transcurre el sueño, como atropellaba uno a uno a mis seres queridos. Conforme eran aplastados por las ruedas delanteras, sus cuerpos se iban descuartizando, retumbando en el asfalto órganos, huesos; los trozos de carne por los aires; mezclándose las partes de cada uno, haciéndose uno.

Cuando el coche los descuartizó lo suficiente para no reconocerlos, al pasar por las ruedas traseras, iba enrollando la carretera para eliminar el camino y que nadie supiera lo sucedido. Mientras tanto, yo corría al ritmo del coche para abalanzarme sobre él antes de que provocara una desgracia, pero no pude, la metodología de las pesadillas me lo impedía. No se cómo, pude pinchar una de las ruedas, quizás pude tener en ese momento el control de la pesadilla y ganar al inconsciente para que dejara de joderme. Desenrollé la carretera, y ahí estaban,hechos láminas de carne, sin saber reconocer cada parte de cada uno. Intenté unirlos por si conseguía volver a darles vida. Y cuando terminé de poner el último trozo que quedaba por poner de mi hermano, la carretera cedió y se enrolló, dejándome atrapada, matándome, despertándome de la pesadilla.

Comentarios

Entradas populares de este blog