Abrazaba con los brazos abiertos y los puños cerrados,
dos segundos,
y se separaba del cuerpo,
para que no le afectaran los sentimientos.

El fracaso de sus relaciones amorosas le habían provocado encongimiento de la esperanza y del cariño, le tenía manía al amor y decidió olvidarlo, dándose una oportunidad a sí misma, dejando a su vida vivir, que recorriera el tiempo. 
Pero vivir tiene un límite, la muerte; y no tener un motivo que la distrayera le hacía pensar más en ella. El tiempo se acababa, activó la memoria desde su principio y se dio cuenta de que no hizo nada, tuvo que ser responsable desde edad temprana, no había tenido infancia; y entre tanta gente siempre se había sentido un poco sola.

Lo daba todo a cambio de nada, y esa nada la marginó a un mundo de inseguridades, de malas personas describiendo sus defectos día tras noche, recordándoselos a lo largo de los años con desapariciones.

Podría haber sido grande, pero con cada ilusión que con el tiempo se desgastó, se desgastaba la grandeza, haciendola pequeña, y también el corazón.

Antes tenía tanto que dar, un corazón tan grande para dejarse querer y llenar,
y ahora que he dado todo,
se ha vuelto pequeño,
no sale nada,
solo soledad.

Yo, yo misma y mi vida,
caminando con el esqueleto tóxico del ego, sin rastro de mi esencia.

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