Ya no existen finales felices, ni cuentos,
solo cordura.
La bruja malvada de todas las películas conjuró un maleficio.
No existiría el amor verdadero.

El príncipe, con más sangre negra que azul,

más buitre que ave libre,
besó a cada una de las princesas;
fue perdiendo la magia,
y cuando quiso despertar a su verdadero amor,
había perdido el único medio para despertarla.

Siguió esperándola,

escribiéndole innumerables poemas para cuando despertara,
pero nunca despertó,
y su vida fue perdiendo sentido desde que se dio cuenta de su gran equivocación.

Esperó demasiado tiempo a alguien que jamás despertaría.


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