He llegado al bar. Al sentarme, entre el murmullo de la gente, de repente, he comenzado a escuchar una melodía conocida,
y al sonar la voz de Gilmour, me ha invadido una tranquilidad extraña.

Me he evadido de mis amigos el tiempo de la canción,
tarareándola en mi cabeza, recordándote.
Y que bonito vaya, pero triste a la vez.

Siempre quedarán las canciones para el recuerdo.


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