He entrenado muchas veces a mi ave rara para los vuelos de combate.

Siempre desgastando las alas, agujereándolas, perdiendo el control del vuelo, y cayendo una y otra vez contra el suelo, rompiéndose el pico, desangrándose a cada momento.

Esta vez fue diferente.
No había empezado la guerra y ya la había perdido,
se había encariñado con el buitre.

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