Me estoy acostumbrando a hacer la maleta constantemente para salir de las vidas ajenas.
A llevarme todo lo que te recuerde a mí,
para que sea mejor olvidarnos del todo.
El problema es que no lo dejo de escribir,
es inevitable,
y duele.

Pasarán cinco, diez años y te llamaré,
acordamos que nos llamaríamos,
pero no acordamos descolgar el teléfono.

Llamada perdida, maleta hecha y saliendo por la puerta.
Te la dejo entreabierta.
No soy yo la que debe cerrarla.

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