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Mostrando entradas de febrero, 2014
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Y a causa de la intolerancia a los sentimientos, de la alergia traumática al amor, de no alimentarlo, del ritmo descontrolado, de esformarlo demasiado, a causa de todo ello ha acabado dejandome el corazón en los huesos.
Me vais a volver loca, me he dado cuenta de que los días en los que estoy sin fuerzas es cuando más escribo, que no importa la fiebre, ni los escalofríos, se que son los pasos hacia la muerte. Vamos a cosernos la espalda, desnudos, vamos a empezar a correr cada uno por su lado, destrozarnos la piel de una puta vez, como pocas veces lo hicimos en el colchón. Ninguno de los dos nos dejamos querer, yo no soy de darlo todo a la primera, me gusta esconder, y tu tienes poca paciencia. Tu no lo sabes, pero siento vacío cuando te marchas, y me dejas la cama vacía, las sábanas mojadas del agua de las acuarelas de tu cuerpo, el aroma que desprendes cada vez que te toco y se adentran hasta mis huesos. Siento vacío cuando te despides con medio abrazo en vez de un abrazo entero, cuando ni siquiera me miras a los ojos cuando te despides. Tienes miedo, de mí, de quedarte una noche a dormir, porque piensas que por la mañana te despertaré con un desayuno en la cama y una vida
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Si te digo la verdad, en días de delirio, de calor en la frente, y escalofríos en el cuerpo, es cuando más me acuerdo de todo. Si te digo la mentira, no echo de menos nuestras noches fugaces, no echo de menos tu cara de tonto al verme, y esa sonrisa sincera que se escapaba entre el silencio. Si te digo la mentira, no echo de menos tu voz tierna diciéndome "pequeña", no echo de menos nuestros juegos, que nos evadía a un mundo sin tiempo. No echo de menos la espera por verte aparecer, y que a partir de ese momento comenzara mi día. Si te digo la mentira, no echo de menos las historias, las que contamos y las que nos quedaban por contar. Si te digo la verdad, soy más débil de lo que parezco. Si te digo la mentira,  no te echo de menos.
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Los días soleados hacen inerte mi existencia, convirtiéndome en escritura. Definitivamente tengo un síntoma traumático-emocional a las estaciones. Quisiera ser daltónica para no ver el autobús que me llevó hacia ti. Quisiera ser más miope aún para no ver los carteles de los autobuses que tienen como destino tu tierra y mi tierra querida juntas. Quisiera estar sorda para no escuchar cada segundo "salida en 5 minutos, con destino......, andén 23". Inconscientemente mi cuerpo siempre se dirige a ese banco. Veo las tristes despedidas de las parejas y familiares, de miradas que se separan por un largo tiempo, con maletas llenas de recuerdos materiales; y también miradas que se despiden para siempre, de abrazos tan fuertes que traspasan los cuerpos formándose solo uno. Esto es lo que echo de menos, porque no lo hiciste conmigo. Solo quiero dejar un punto bien claro: Fui yo la que se recorrió en una noche medio país para verte, descubrirte, sentirte y ampliar el bonito r
Soy experta en barcos hundidos, en cartas sin respuesta, en encuentros fallidos, en noches en vela acompañada del olvido. Soy experta en caminar sobre el mar durante unos segundos y hundirme, en salvar vidas ajenas, en conocer a alguien y desactivar el imán que unen los dos polos. Soy experta en causas y batallas perdidas, porque el que no lucha nunca pierde, y siempre he sido la guerrera que al final muere en la batalla. Soy experta en vivir la muerte, en dormir con el insomnio, en fingir que vivo, en esconder los recuerdos y que todos piensen que olvido. No olvido, nunca he olvidado, guardo los recuerdos según la intensidad del sufrimiento, es algo que no puedo evitar, igual que no puedo evitar vuestra marcha de mi camino. La experiencia nunca te asegura un buen contrato.
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Nadie sabe la historia de la hoja seca sepultada en el asfalto. De donde provenía. La hoja seca del asfalto era uno de los restos que quedaba de la niña-marioneta de madera. Cada día tenía que salir al escenario, no tenía dificultad en interpretar los papeles que le asignaran, puesto que no tenía sentimientos. O eso creían. Sus sentimientos se escondían en su pelo, peinados por esqueletos diminutos para matar a los piojos sentimentales. Sin que ellos se dieran cuenta, guardaba sus lágrimas para cuando ya no hiciera falta, regarse a sí misma, y convertirse en árbol. Quería convertirse en hoja para ser libre, y siempre soñaba con el viento, que la arrastrara a destinos desconocidos, a ramas desconocidas. Consiguió ser la hoja otoñal, pero no tuvo suerte.  Ya sabéis lo que vino después.
Fuimos equilibristas en la misma cuerda entre las nubes, pasando por la cuerda a través de las manos. Hasta que llegamos al mismo punto, nos miramos, y en tus ojos no me vi reflejada. Por eso decidí soltarme de la cuerda y caer al vacío, para no molestar en tu camino, y que llegaras a tu destino, al que siempre has querido.
Ayer liberé a las mariposas que quedaban en mi estómago. Intenté alzar el vuelo de mi ave rara,  pero cayó montaña abajo rompiéndose las alas. No está acostumbrada a la vida terrenal, y se encierra en su cueva llena de cuervos para disimular. Para que no descubran que ya no puede volar, para no ser cazada. Para recuperarse del gran golpe, y volver a salir cuando llegue la primavera, cuando todos hayan encontrado su nido, su compañera de vuelo correcta. Para disfrutar de su vuelo solitario sin que nadie se lo impida.
Hoy he retrocedido hasta 1997. Ahí estaba, acostada en mi cama con la mano en el pecho por si un fantasma aparecía debajo de mi cama y atravesaba el colchón con la espada, intentando proteger el corazón. Cerrando con llave el armario para que no saliera el hombre del saco. Rodeada de peluches para no caerme al suelo y que el fantasma de la espada me arrastrara. De pequeña ya le tenía miedo a la soledad, a estar protegida de las personas malvadas que me rodeaban. Y esta noche han vuelto a aparecer en forma de recuerdo. Ha vuelto a nacer el miedo en mí, miedo a que vuelvas a aparecer y te lleves mi corazón que vive en otra persona, que se lleve a la razón de mi existencia. Pero ahora es diferente, llevo suficiente munición para la guerra interminable, y esta vez acabaré con todos los fantasmas que me aterraban de pequeña.
Nunca se me ha dado bien jugar a las cartas, mi adversario siempre ha hecho trampa, quedándose un as en la manga. Lo mismo con el amor. He jugado mis cartas buenas, y te las has llevado, dejándome sin nada. Y al final ni carta, ni juego, ni ganas de volver a barajar.
Día gris blanquecino. No es gris del todo, pero no tiene nubes. Las nubes han decidido desplazarse hasta el mar,  cargarse de munición para la guerra tormentosa. En su ausencia, deja una pequeña niebla que calan los huesos, que nos congela con el frío y el viento,  sería una buena excusa para que volvieras. Pero las vías del tren están inacabadas, los sillones de los vagones rotos, y con el paso del tiempo el tren se ha oxidado. No se si querrás venir andando, solo puedo decirte que tengo frío, estaré hibernando con la leve esperanza de que suene el timbre, y seas tu el que esté delante de la puerta, que cuando llegues será cuando comience la tormenta. Buena tormenta.
Si aún no te he encontrado, es porque tengo miedo de buscarte, y encontrarte en mi portal. No quiero volver a ser otra mitad que se parte por la mitad. Aún no ha pasado el tiempo suficiente para volver a empezar. Que complejidad, no se lo que quiero, ni lo que busco, ni lo que espero, es por eso por lo que no me muevo. Porque no quiero enjaular a esta ave rara, aún no ha podido volar, aún no ha podido descubrir su verdadero lugar. Esta mudando las alas, escondida bajo las raíces de los árboles, que también han dejado que se marchen las hojas secas para cuando llegue la primavera. Aún no está preparada. Mientras seguirá jugándose la vida en los cables mojados.
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Puede que nuestras mentes no se echen de menos. Quizás solo la mía. Pero nuestros cuerpos, cuando se reencuentran,  vuelven a desgastarse y romperse,  y se encajan a la vez. Será que con el tiempo el desgaste resiste, o que no nos da tiempo a desgastar(nos). Dicen que el roce hace el cariño y el desgaste. Es lo bueno del paso del tiempo entre polvos, somos tan raros que ni una cosa ni la otra. Inertes sentimentales. Activos sexuales. Y así nos va.
Debilidades, aquellas exageradas preferencias que hacen temblar el cuerpo, sentir un orgasmo interior, que palpite el corazón entre las piernas. Soy de debilidades simples:  Una barba desaliñada, aunque te enrojezca el rostro.  Camisas de cuadros, pantalones rotos o semi-rotos. Un acento peculiar español, con alteraciones en la curva melódica de la voz y el sonido. Pasión por el arte en general, que haga que se erice la piel con solo un verso, un párrafo, un dibujo. Tatuaje de cualquier tipo, me encanta la tinta marcada en la piel. Las que hacen que me enganche, y que no me pueda soltar. Malditas debilidades.
Hay días en los que te levantas y te acuestas diferente. Hay verdades ocultas que descubres y se clavan. Intentas pensar cada mañana que abres los ojos "hoy va a ser un buen día". Pero cuando terminas la frase ya sabes que no va a ser así. Cuando era pequeña, cuando aún no era muy consciente, descubrí la mayor verdad oculta que nunca hubiera querido descubrir;  la causa del principio de mi tormenta. Desde entonces, suelo introducirme en los medios que puedo utilizar para descubrir verdades, evidencias, pequeños matices y detalles que hacen que poco a poco encaje todo; y encuentre las respuestas a todas mis preguntas. Y por cada verdad que descubro de vosotros, un clavo se introduce en mi pecho, dejándome sin respiración por unos segundos. Después pasa el tiempo, aciertan mis sospechas. Y todo cobra sentido. Todo menos yo, que sigo indagando y desordenando mi vida. Desordenando mi mente, no dejando que mis sentimientos tengan el derecho de ser
Suelo ser la típica ave de paso que descansa sobre los cables eléctricos mojados. La tipica ave de transición de otras especies. Sigo en el mismo cable suicida, esperando a que otra ave se pose junto a mí y equilibrar la electricidad; pero siempre vuelan. Sigo mirando hacia abajo cuando vuelo, en vez de mirar al frente;  quizás encuentre algún río donde ahogarme. O quizás vuele a ras del agua y flote como los patos. Si, quiero ser un pato. El pato valiente que se lanza desde un desnivel del río y no deja que el agua le arrastre. El pato valiente que tiene al macho esperando abajo para nadar. Pero decido que no quiero que me lleve la corriente, y comienzo a volar, esperando que mi acompañante me siga. Pero no he sabido aterrizar. Y al final he acabado en el fondo del río. Y mi acompañante no ha seguido. Ha preferido seguir el camino de otra ave, y dar un paseo río arriba, volando y nadando juntos. Avisolitaire.
Todo ha cambiado. Soy más de acción que de romanticismo. San valentín es puro consumismo. No soy de colores apasionados,  ni corazones,  ni bombones,  ni ramos. Solo quiero que vengas, y nos rompamos más de lo que estamos. Rompernos del todo.
En el mundo donde pasan cosas buenas, me podría desplazar los kilómetros que hicieran falta hasta llegar a la esquina. Aparecer en tu bar favorito, y taparte los ojos, que sintieras mi tacto en tu rostro. Seguramente dirías innumerables nombres; pero cuando escuches mi voz, sabrás que soy yo. Y nos abrazaremos como si nunca lo hubiéramos hecho, nos recorreríamos en esa noche tu ciudad, con nuevos retos, y nos mojaríamos los pies en la primera fuente que encontráramos. Pero es el mundo donde pasan cosas buenas, y en el mío eso no existe.
Dicen que un periodo de soledad es bueno para el ser humano. Pero no lo es. Es como arrancar el alma y sobrevivir con la carne. Son las desganas de mirar. Es caminar en la sombra, en la oscuridad. Es aislarte del mundo, sin hablar. Una sin vida andante. Una nocturna solitaria.
Lo complicada que soy y lo fácil que es. Bueno, no es tan fácil de describirlo. Siempre he buscado a una persona con la que pudiera compartir mis locuras, para darles sentido. Busco a una persona que esté lleno de abrazos atemporales, y besos, pero no empalagosos. En lo cotidiano, no me gusta lo romántico, estar las 24 horas del día con una persona, porque me ahogo, me asfixio. Solo quería una persona llena de secretos que me sorprendieran día a día.  La mayoría de las chicas buscan a un chico atento, cariñoso, fiel, detallista, y un sin fin de cualidades. Pero yo no. Soy una anti-modas. Siempre he conocido todo lo contrario, chicos cabrones, pasotas de todo, que te descolocan. Y a mi me gusta que me descoloquen porque hacen que nazca en mi el deseo de descubrir lo que esconden, desenmascarar la intriga; lo único que intento añadir es un poco de cariño (solo la manifestación de ese sentimiento).  No quiero que me quieran, porque significa depender de mí, y yo tampoco quiero e
Soy como la pieza del puzzle que añaden erróneamente, y al acabar el puzzle siempre vuelve a la caja. Que descoloca la realización porque no sabes donde ponerla, y al final acaba perdida. Tengo tantos deformes en mi pieza que no pueden crear ninguna que me complemente. Demasiado compleja. Y sigo insistiendo en modificarme para complementarme con las otras piezas, pero es imposible. No hay lugar para una pieza deforme y perdida.
Si alguien me ofreciera intercambiar nuestras vidas, estaría loco. Solo con tocarme se pudriría. Si alguien se ofreciera a entrar en mi cabeza, no sería de este planeta. Se perdería en el laberinto imposible y oscuro en el que me encuentro,  y huiría a años luz para olvidar lo que ha visto. La sombra de Peter Pan me ha arrancado el alma en vez de mi sombra, y aún sigo en el camino hacia nunca jamás. Perdida el alma, muerta la magia.
Esperando a que el viento rompa los cristales de mi habitación, como nos rompió a nosotros. Para tener la facilidad de poner uno nuevo, que tendrá mejor transparencia, entrará mejor la luz del día y la luz de las farolas de la noche. Pero soy difícil, y al final acabo reconstruyendo el cristal, clavándome cada grano cristalino en el cuerpo, dejándome lunares rojos y arañazos. Porque soy así de masoca.
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Solo tú has visto toda mi colección de ropa de rayas. Solo tú percibiste en mi mirada el verdadero color de la tristeza. Solo tú sabes donde escondo mi lunar favorito. Solo tú sabes mi pasado y mi presente. Descubriste mi futuro y te fuiste. Y yo, sin saber nada de ti.
En el mundo paralelo, se celebrará San Calcetín, volverán e encontrarse los calcetines desparejados. Y el que sobre, será el mío.  Se celebrará San v(c)alentín; el frío se quedará solo, se vendrá conmigo, mientras el calor se colará entre los cuerpos fogosos de descubrirse. San Valentín es de valientes, valientes cobardes, ocultando la verdad en las manos entrelazadas por la soledad. De orgasmos fingidos, sonrisas deformadas, almas agrietadas por la vida, sin nadie a quien mirar.
Niños jugando a capaz o incapaz. Juego de niños con triste final. Comenzaron con retos a distancia, los niños descubrieron la ilusión, el juego los mantenía vivos. Pero muerto el juego, se acabó la magia. Y jugaron a ser adultos. Él, a vivir la vida; ella, a vivir la muerte. Una vez hablaron de un nosotros, con sentido disyuntivo. Al menos no quedaron sepultados en un hormigón. Aún peor, la olvidó.
"Si quieres subimos a casa y salvamos el mundo". Al subir comenzó la guerra, hicimos una trinchera en el colchón, luchamos a pesar de las heridas, a pesar del dolor de las cicatrices que aún ardían, pero nos quedamos sin munición. Y no pudimos salvarnos.
Y continuaron despertándose los recuerdos. Mientras esperaba tu llegada, a lo lejos veía pequeñas velas voladoras, dirigiéndose hacia las estrellas que iluminaban esa noche la ciudad, como las estrellas en mi techo, y las que tenía guardadas para ti. Intenté descubrir que es lo que guardabas en los lunares de tu espalda, tenías lunares rebeldes, aparecían cuando ya había cerrado la constelación. Innumerables. Solo quedó el recuerdo de Coldplay, cigarros aliñados,  y mis nubes extrañas. Que desaparecieron contigo, que huyeron sin mí.
En mi mundo paralelo, mi roca se erosiona a causa del tiempo atmosférico y el viento, convirtiéndose en arena, esperando un remolino de aire para volar y llegar al mar. Solidificarme, y volver a ser roca para hundirme, caer en la profundidad.  Volver al lugar que me pertenece.
Hoy, las hojas secas que se quedaron en la sombra no han aguantado el calor, y se han vuelto frágiles. Ni en la sombra han conseguido sobrevivir, y una ráfaga de viento las ha desplazado hacia el asfalto, junto a la hoja seca atrapada desde hace años. Pero por poco tiempo. No han sobrevivido, ninguna, ni siquiera la que estaba atrapada. Ha desaparecido el último trozo que le quedaba, ya no queda absolutamente nada.
El amor es como las canciones. Si te obsesionas con una canción, escuchándola a todas horas, todos los días, al final la aburres, dejarás de escucharla, y la olvidarás. En cambio, la que llega en el momento exacto y te emociona, aunque pase el tiempo y vuelvas a escucharla, volverás a emocionarte otra vez. No será la misma emoción, pero no la aburrirás.
La triste historia de la niña de los ojos tristes. Ya no hay vida en la niña de los ojos raros y tristes. Tuvo que despertar de su sueño infantil con siete años, tuvo que salvar la vida de su madre. Y a partir de ahí ser la persona adulta de su familia. Cambió las muñecas, los juegos, por cuidar a su hermana pequeña. Lo único que le quedaba era una tienda de campaña rosa en una de las habitaciones donde guardaba todos sus libros, sus películas de disney favoritas para que no se rompieran, y de vez en cuando le robaba maquillaje a su madre, para hacer experimentos y mezclas. Picaba los polvos y las sombras de ojos y lo mezclaba con pintura del colegio, acetona, y más productos, lo que iba encontrando. Quería hacer algo que nadie consiguiera, que nadie supiera hacer; y cuando podía se escondía en su tienda donde no podía entrar nadie, solo ella. Ojalá recordara todo lo que tenía ahí dentro; pero no se puede recordar todo con exactitud. Y un día tuvieron que cambiar de casa.