Esta noche has venido, pasado, a visitarme; sigues igual, después de cuatro años me encuentras cuando estoy a punto de desaparecer, te encuentro cuando estás conociendo el principio de la soledad, y pretendes que todo siga como aquellos años.

Pero hay algo que no cambia, solo o acompañado sigues llamándome ebrio, sin poder ni siquiera pronunciar mi nombre. Y hay algo que ha cambiado: yo.

Ya no soy esa amiga tímida, callada, que no era capaz de mirar a los ojos y asentía a todo lo que decías. Ahora puedo mantener la mirada en tus ojos, puedo hablar con toda la sinceridad del mundo, y puedo decir si o no, porque no le temo a nada.


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