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Mostrando entradas de diciembre, 2013
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¿Os habéis fijado alguna vez en las siluetas de las aves? Parecen flechas que nos indican hacia donde va el viento, incluso del camino que tienes que elegir; puedes ir a favor o a contracorriente. Todo el mundo se dirige donde le lleva el viento, y llegan más rápido sin esfuerzo; sin embargo, si vas a contracorriente, tienes que tener equilibrio para dar un paso y sostenerte. Así es mi vida, yendo a contracorriente, dando un paso con fuerza, aunque el viento me lo impida, aunque a veces retroceda para volver a mantener el equilibrio; se que paso a paso llegaré a algún lugar, o puede que finalmente no llegue a ninguno, pero al menos tendré la conciencia tranquila porque me enfrenté al viento y pude sobrepasarlo. Si un simple ser humano con un alma indiferente está consiguiendo sobrepasarlo, tu también.
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Últimamente no paro de hacer metáforas sobre mi vida con las aves, pero es increíble su naturaleza, me fascina sentarme en mi ventana, acompañada del humo, la música, mirar hacia el frente un poco inclinado y verlas pasar, ya sea un grupo o incluso una que va hacia ningún lugar, el control de las alas, los movimientos, la velocidad, lo fácil que parece y lo complicado que tiene que ser para esos p equeños que despliegan sus alas por primera vez, quedo sorprendida del contraste del paisaje, con el sol desapareciendo, esa mezcla de colores y de lejos unos pequeños puntos volando de un lado hacia otro. Y me tranquiliza y a la vez me alegra porque solo yo estoy viviendo ese momento, en ese preciso momento las personas están ocupadas pensando en coches, semaforos, compras, lujos, y no se dan cuenta de lo que nos regala cada día la naturaleza. Lo mas simple puede ser lo mas bello. Si, creo que la voy a incluir a mi lista de rarezas.
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Solo fuimos polvo(s) otoñales. Pero llegó el invierno y sopló, esparciéndolos entre la arena. A ver ahora como vuelvo a componer mis moléculas polvorales.
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Solo necesito a alguien que se enganche a mi libro "la niña de la ropa de rayas". Que haga unir las rayas paralelas, entrecruzándolas con nuestros cuerpos. Necesito a alguien que modifique mi curva melódica, que me quite la manía de pasar de todo, y que me ayude a escapar de mi vida descontrolada. Necesito a alguien que me salve de la muerte.
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Y la luna ha desaparecido ya. Miro por la ventana y veo un nuevo amanecer, sin darme cuenta, sin notar la transición del tiempo, con los ojos brillosos, el alma despejada. Las horas nocturnas se esfuman tan rápido como una estrella fugaz. Los días me prohíben soñar.  Los amaneceres no son para solitarias como yo. 
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Y en cuestión de días,  entre tanto juego,  le retó a salvarla.
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Llegar a un punto en el que todos los días son iguales, no sabes si es lunes, martes o jueves. Será porque todos los días hago lo mismo. O porque no hay nadie que los haga diferentes.
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Es curioso, cuando hay tormenta y viento, te impide seguir adelante, salir, volar; te empuja y te dirige a su antojo, te reprime de cualquier emoción positiva. Pero cuando acaba, cuando las nubes se despejan y es de noche, las estrellas son más brillantes, más brillantes que los días despejados, más bonitas que una noche cualquiera. Así más o menos está mi vida, esperando a que se despeje el horizonte nublado.
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Creo que este nuevo año que entra va a ser diferente. No me voy a sentir culpable por no poder arreglar los destrozos de la vida de los demás. Llevo años luchando por algo que no merece la pena, por algo que es imposible arreglar si ambas partes no llegan a un acuerdo. No puedo ser la portavoz de algo que no es responsabilidad mía. Si nada cambia, llegará el momento en el que no vuelva. Aunque me duela.
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Esta noche se supone que es la noche más familiar del año. Pero para mí será la noche de la ausencia, de los interrogatorios sobre el transcurso del año, de los porqués de mis decisiones, de la causa de tu ausencia, del progreso de mis estudios; todos los años lo mismo, pero esta vez sin partirme. No me gusta la navidad, lo admito, no tengo espíritu navideño. Odio las luces contaminantes, los colores rojo y blanco, el verde no, porque me encanta. Este año me ahorraré algún regalo que otro, lo que me ahorre me lo gastaré en bebida para olvidarte.
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Incluso los momentos olvidados  forman parte de la memoria.  Cuando recuerdas un hecho,  salen todos a la vez. Malditos materiales recordatorios.
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Me alegra que haya llovido, la naturaleza sabía que tenía que tener una tapadera para llorar sin que nadie se diera cuenta. Así solo se fijarían en mi vestimenta y mi pelo completamente mojado. Ella sabía que era mi momento de explotar, de poner cada canción significativa para mí y romper a llorar como una niña a la que le han roto su muñeca de la infancia, a la que le han roto todas las etapas de su vida. Siempre los hombres, aquellos que nos dan la felicidad y pueden hacer que pierdas la vida. Esta noche he bebido demasiado, y quizás otra cosa más, y con el acompañamiento de la música he salido otra vez a la lluvia, a disfrutar de las calles vacías, como mi vida. He estado a punto de ser atropellada, me he vuelto a joder el pie, pero la liberación interior que he conseguido es lo más maravilloso que me ha podido pasar. Después de seis meses he podido llorar, gracias, como siempre, a mi querida naturaleza, ayudándome siempre en mi vida perdida.
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EL TIEMPO, TODO LOCURA. 
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Hoy es uno de esos días en los que todo te importa una mierda. Día en el que disfrutas completamente de la familia, de los buenos desayunos, chocolate con churros, de mañana en la playa, de comida familiar, posterior café, y seguir disfrutando de este maravilloso día de sol, de tranquilidad. Hacía tiempo que no me sentía tan relajada, sin pensar en nadie ni en nada, solo en disfrutar de los rayos de sol acompañados por un leve calor que mantiene una temperatura normal en mi cuerpo.  Hoy todo lo que venga a mi será positivo; música, sol, arena, mar. Reencuentro de amigos y personas desaparecidas que siempre vuelven por vacaciones.  Disfrutando de los pequeños placeres de la vida.
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Cuando pierdes interés por la vida, siempre aparece algo que hace que veas un poco de luz, aunque no sea en este mundo. Cuanto daño han hecho los libros, y a la vez han hecho que encuentres la razón por la que estás vivo. Creo que ya se lo que quiero, y lo he descubierto estos últimos meses, a base de flechas rotas, de caídas, de abandonos... Quiero escribir, solo para mí.
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¿Lo mejor de la noche? Poder tumbarte en el asfalto, música retumbando en los auriculares sin la preocupación de que venga alguien. Nadie me busca, así que ¿qué mas da?
Ese momento incómodo en el que después de tantos años  me reconoces, te reconozco,  y ninguno da el paso para darse a recordar.
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Y te vas y yo sigo con mis cosas, como si nunca nos hubiéramos conocido, como si nunca hubiéramos compartido nada.
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Puede que el corazón estalle en un instante. Puede que comience una aventura salvaje de la que no se si saldré adelante. Pero qué mas da.
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Y vamos cayendo como las hojas del invierno, que caen y son pisoteadas por los pies de la ciudad. Seguro que has caído en otras hojas inferiores que se mantienen. Yo caí al asfalto, crujiendo como cruje la carne cuando le introduces una estaca, descomponiéndome hasta que llegue la lluvia y me arrastre hasta el alcantarillado más cercano. Ojalá llueva pronto.
Ya decía yo que el parpadeo descontrolado de mis ventrículos no era normal.  Me advertía de que algo va mal. Pronto se cumplirá la fecha de caducidad. Tendré que marcharme de la ciudad. Amoldarme a los días sin más, a los reencuentros y cena familiar. Este año habrá que dar muchas explicaciones, y yo no sabré por donde empezar. No quiero volver a casa por navidad.
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Han sido meses acabados en la letra que más fonemas tiene el francés, tantos como personas que han aparecido en mi vida; igual que se pronunciaron, abandonaron la transcripción, se acabó la asimilación regresiva, las liaisons. Y yo sigo aquí, más sola que la letra.
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Una noche entre rock, cerveza, cigarros aliñados y personas desconocidas, salió una conversación interior; y hubo palabras que hicieron replantearme la manera de ver las cosas. No puedes ser la salvadora de todo el mundo, no puedes cargarte la mochila maldita de los demás e intentar solucionar sus problemas. No hay que sentirse culpable de no poder arreglar la vida de los demás, todos somos imprescindibles, y todos quieren ser salvadores, pero realmente es la misma persona la que tiene que caer de pie en el pozo, y volver a salir, encontrar armonía y buenas sensaciones con las personas de su alrededor, e intentar evitar a los que te perjudican. Tengo ciertas lagunas sobre la conversación, pero lo que entendí es que hay que sentirse bien porque en algún momento has hecho feliz a esa persona, pero no puedes culparte por no haberle podido dar la felicidad infinita, porque no existe. Cada uno es portador de un diferente y pequeño detalle que le servirá a otro en un tiempo indeterminado
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Ella pegó estrellas falsas en su techo, él le regaló todas las estrellas que vieron esa noche en el balcón. Ella tenía una imperfección en la boca que le preocupaba, a él solo le preocupaba encontrar los matices de color en sus ojos.
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Si vas a buscarme, estaré en el sillón del bar de siempre, esperando encontrarte de frente. Si no me encuentras, es que llegas tarde.
A veces me asusto de mis recuerdos, como puedo recordar un instante de hace 7 años y no recordar lo que hice el mes pasado. También me asusto de mi capacidad por reconocer caras sin conocer a la persona, me suenan pero no recuerdo el lugar, ni todo lo demás. Pero sobre todo me asusto de las pequeñas casualidades donde me doy cuenta de que somos casi idénticos. Todo esto me da miedo.
Dando un paseo en el tiempo, desde que acabó una etapa hasta ahora, me he dado cuenta de que nada ha cambiado. sigo teniendo los mismos pensamientos, las mismas sensaciones. Por una parte es bueno, porque sigo siendo inconformista, sigo buscando verdades en mi vida, confesiones que hoy he recibido, y me ayudan en este nuevo mes. Septiembre y noviembre no han sido tan diferentes, igual que junio, cuando me inundé del viento de levante del sur. Los finales de estos tres meses mencionados tienen algo en común: me han ayudado a disipar los malos momentos, a darle importancia solo a los buenos, y crear esos momentos a personas desconocidas y no tan desconocidas para que, cuando yo desaparezca, me recuerden con mi punto de locura positiva, y no por mis palabras tristes. Porque en mi cuerpo siempre sobrarán abrazos atemporales. Un día sin un abrazo, es un día sin más. Un día con un abrazo, es un día diferente.
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Hoy he pasado por aquel banco. El banco de la última despedida. De la última vez que te vi,  el banco donde pusimos fin. Solo fui los pedales laterales de la bicicleta de tu vida, esperando a que estuvieras preparado para seguir sin ellos. Solo era un apoyo con el que sostenerte, no una de las ruedas principales. Porque no podía ser la protagonista de tu viaje, tenías que ser tu mismo. Me he sentado en el banco, mirando el horizonte, pensando: lo siento.
Somos difíciles el tiempo es complicado realmente no nos conocemos tanto, tu no quieres darte a conocer, y yo no tengo derecho a intentarlo.
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Si no puedes parar la tormenta adéntrate en el remolino, tranquilo, algún día saldrás de ella.
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No soy tan buena como parezco. Soy horrible. Soy como un gusano, adentrándome en los agujeros vacíos de las almas agrietadas por la vida. Y después desaparezco, dejando el hueco sin cicatrizar. Lo malo es que mi cuerpo también está agrietado, y en cada paso se  me clavan los trozos de las grietas, muy profundas, que hacen que a veces me duelan. No puedo reconstruir las grietas, ni las mías ni las vuestras, y me siento culpable por ello. Al menos puedo intentar rellenar la grieta por un tiempo indeterminado, pero tarde o temprano desapareceré, porque lo olvidaré, o más bien os olvidaréis de mi.
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Y perderme entre libros intentando encontrarte, intentando exhalar el último suspiro de lo que queda de mí, o de lo que me queda de ti.
Siempre que llego a la estación de autobús intento evitar el banco de septiembre, odio ese banco, el andén 23, el autobús rojo, verde y blanco, las pegatinas identificadoras de la maleta, con origen y destino. No odio las despedidas, porque ni siquiera me esperaste, ni tampoco los recibimientos, porque no viniste a buscarme. Ojalá te vaya bien... pero muy lejos.
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Era una relación tóxica. ella quería unos brazos para refugiarse del frío, unos labios que humedecieran sus labios cortados y secos. No quería un "te quiero", no quería un "vamos a estar toda la vida juntos", no quería un cuerpo inerte a su lado todos los días. Solo quería aliviar la frialdad de su cuerpo y su alma, que duele tanto como si estuviera desnuda en medio del ártico. Solo quería otra alma que la evadiera del mundo real. Él, en cambio, solo quería pelear entre camas, paredes y mesas, y hacer el amor a la vez, y para eso no le hace falta una persona permanente. Los poetas necesitan una musa por la que puedan fluir los versos, o varias, y ella no era ninguna de ellas. Las relaciones tóxicas, los amores copulativos tarde o temprano hacen daño, en una o ambas partes. La pena es que ambas partes han decidido parar en seco y olvidar; supongo que era lo que ella se merecía, para comenzar la temporada de frío y soledad, de dolor en el pecho, de fumar demasiad
Tu sigues buscando el deseo en otros brazos,  yo solo quise los tuyos, y el silencio en tus brazos vacíos hace que no merezca la pena seguir.
Soy experta en quemarme las manos con el hielo de tu cuerpo, en reconstruir almas con los pedazos que quedan de la mía, y, como siempre, me quedo sin nada.
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Hoy me reventaré los oídos, me beberé la razón, me fumaré el corazón, andaré frente al sol para que queme mis pupilas, y por la noche contaré estrellas muertas que me ayudarán en la huida. Seré rebelde, pintaré en las calles tipo acción poética: "El mundo está lleno de cobardes, pero hoy, serás valiente".
Si escribir es una locura, estaré eternamente internada en un manicomio. O volando con las golondrinas, quien sabe.
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Ahora mismo me siento como si me hubieran amarrado a una silla giratoria, y empezar a girar y a girar, cada vez más rápido, con los ojos tapados, sintiendo la presión en la cabeza y en mi cuerpo, escuchando lamentaciones, gritos, llantos, súplicas, vidas que se están apagando y no se puede hacer nada. Y sigo girando, me desato y al abrir los ojos me encuentro al borde del precipicio, sin ser consciente de la altura que hay hasta caer al vacío. A veces me gustaría dejarme llevar y lanzarme sin nada, sentir la adrenalina de la velocidad y de la presión del viento, total, cuando caiga no sentiré el golpe. O puedo mantener el equilibrio, esperar a que las órbitas de mis ojos vuelvan hacia el frente, romper la silla, taparme los oídos, y seguir por donde vine. Las dos opciones son egoístas. al final acabo manteniendo el equilibrio, mirando a los lados, y aguantando las lamentaciones, gritos, llantos, súplicas, vidas que se están apagando e intentar hacer todo lo posible para que no se
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Si no puedes volar porque te lo impiden las nubes, no te preocupes, puedes nadar en el océano.
Y ya no tengo ese sueño profundo en el que desconecto del mundo. No me fío de mi subconsciente. Puede que el mismo sueño pueda matarme.
Tanta ilusión en algo lejano  hace que cada día vaya cambiando la intensidad de la emoción.
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Esta noche has venido, pasado, a visitarme; sigues igual, después de cuatro años me encuentras cuando estoy a punto de desaparecer, te encuentro cuando estás conociendo el principio de la soledad, y pretendes que todo siga como aquellos años. Pero hay algo que no cambia, solo o acompañado sigues llamándome ebrio, sin poder ni siquiera pronunciar mi nombre. Y hay algo que ha cambiado: yo. Ya no soy esa amiga tímida, callada, que no era capaz de mirar a los ojos y asentía a todo lo que decías. Ahora puedo mantener la mirada en tus ojos, puedo hablar con toda la sinceridad del mundo, y puedo decir si o no, porque no le temo a nada.
El problema es que casi siempre necesitamos tener a alguien en la mente, y cuando no la tienes, todo lo relacionado con el amor pierde sentido.
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-Abrázame Edward. -No puedo
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Y pensar que era diferente a las demás por mis innumerables rarezas, y darme cuenta de que no son tan raras, que son más comunes de lo que imaginaba, de que nunca podré disfrutar de algo que sea solo mío, porque también hay gente que contempla las aves, las nubes, el cielo como lo hago yo; al igual que los pequeños detalles; por una parte me alegro de que vean los pequeños detalles de la naturaleza, pero cada vez siento que nada me pertenece. Cada vez me voy adentrando en el mundo del montón. Esta ave solitaria no está sola en la especie, hay muchas más, incluso mejores que yo. Vine sin nada y me iré sin más.
Cuando nos acostumbramos a tener a alguien al lado y ya no está, nos cuesta seguir, y buscamos posibles historias que serán mucho peores.
Que no quieras estar con una persona no quiere decir que estés conociendo a otra. Querer estar sola no quiere decir que volveré otra vez.
Todo trata de dejarse llevar, de no dar nada por hecho, de arriesgarse, de vivir. Y si en la vida no hay locura, no hay sensaciones.

On commence.

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Tengo un grave problema. No se escribir sobre algo que no haya percibido o sentido. Tiendo a ser siempre subjetiva, quiero expresar siempre lo más detalladamente posible todo lo que pasa por mi cabeza, y a veces me siento incomprendida, incluso conmigo misma. Pero soy así. me utilizo de rata de laboratorio para experimentar y así tener más fluidez en la escritura, de investigar sobre los pequeños detalles, aplicármelos y sacar conclusiones. La única conclusión objetiva que saco de todo es que no voy a acabar en ninguna rutina ni sensación neutral. Pero en realidad, aunque nadie me esté buscando, prefiero quedarme con mis pequeños detalles, con los pequeños detalles de cada uno, y seguir escribiendo para nadie.