Y de repente, esa nube solitaria, tan deforme y tan gris, comienza a llover sobre un alma semejante, que pasea por las calles con su propia banda sonora en los oídos, y una nariz de payaso en la mochila.

Las malditas gotas impiden que alce la mirada hacia delante; al menos se esfuerza e intenta mirar hacia el suelo. Siente que el tiempo ya ha consumido su vida, que ha vivido suficiente, es un alma vieja y desgastada en el cuerpo de una joven.

La edad a veces no acompaña a la mente.

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