Desde mi rara perspectiva sobre las cosas, las hojas secas después de la lluvia vuelven a la vida, intentando seguir en la sombra para que no se vuelvan a secar.

Los pájaros suicidas sobreviven en los cables mojados.

Ya no hay hojas secas, están congeladas, esperando sobre las ramas verdes, esperando al viento para caer y ser destruidas de una vez; no aguantan tanta hermosura en los árboles, tan verdes, en las flores, tan llenas de color; y ellas tan rotas, tan absurdas entre esa multitud.

entre ellas una, diminuta; verde, marrón y un poco gris. Ha sido presa del aglomerado que se usa en las mezclas asfálticas, la lluvia no puede con ella, está sepultada hasta que rompan la carretera. Es algo por lo que tendrá que acostumbrarse, nunca podrá descubrir la tranquilidad, será pisoteada minuto a minuto por los coches de la ciudad.

Ojalá tuviera fuerzas para arrancarse a sí misma, pero no hay ninguna solución.
Nadie se da cuenta de que está ahí, degradándose, pero dejando una parte de ella como recuerdo en el asfalto.

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