Y cuando debo irme, vas y te me apareces. Y cuando apareces, también debes irte. Esta vez era yo quien se iba primero, llegando a la estación en el último segundo de la cuenta atrás de la partida, sin tener tiempo de mirar atrás mientras subía al autobús, con un efímero beso, tan fugaz que no recuerdo. No me dio tiempo a decirte que te echaría de menos. Mis impulsos nerviosos ganaron a la consciencia, y me dejé llevar. Estaba tan acostumbrada al contacto físico sin alteración emocional, que cuando llegaste, mis válvulas volvieron a reactivarse. Estaba tan acostumbrada a que no me dieran cariño, que me parecía irreal y falso lo que estaba viviendo contigo, ¿habría llegado mi momento? Recuerdo tu cuerpo en mi espalda, tu barbilla apoyada en mi hombro derecho, tus labios queriendo acercarse a los míos, con la mirada fija en las imágenes de mi playa favorita. No fue amor, pero tanto lo pareció, que mi control se salió de la órbita de la estabilidad, y volvió al des
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