Me alegro de las personas que no pueden desaparecer, que siempre tienen a alguien que les echa de menos; de aquellas que todo lo bueno tarde o temprano les llega y les vuelve; de aquellas que encuentran a alguien al azar, que complementan su vida desde el primer instante.

Yo, en cambio, no he tenido esa suerte; puedo desaparecer cuando quiera sin que nadie me eche de menos, solo con decir que me voy, basta. No tengo que dar explicaciones a nadie, porque una persona que sobra nunca falta.

Si vivo más de noche que de día es porque puedo perderme mientras los demás duermen; podría estar toda la noche deambulando por la ciudad, como tantas veces he hecho, y a nadie le importa, porque siempre vuelvo. Hasta que no tenga fuerzas para volver.

Mi vida es así, intolerante a los sentimientos, solo soy una reacción alérgica en la vida de los demás, la última chica de la lista a quien recurrir cuando no queda nada, a mantenerla por si acaso, la chica que espera cuando sabe que no va a venir, pero tiene esa puta esperanza en la que el juego puede ser el comienzo de algo bonito, y solo es más que un juego.

Desconectando....

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