Hoy he salido a la calle con falda (raro en mí), negra, como siempre, como todo lo que me rodea. He hecho excepción, ha hecho un día de primavera y me he vuelto a poner mi camisa de plumas de colores para dar un poco de color, para no parecer tan suicida.

Aún así, con mi nariz de payaso en la mochila, y mi banda sonora en los oídos, he salido a hacer un poco de comedia.
Pero al volver a casa todo se vuelve tragedia.

Llego a casa sin la luz del sol, las plumas de mi camisa ya no tienen sentido porque no hay nadie que las arranque y las lance al aire.

Y vuelvo a ser la trágica masoquista, la dibujante de esqueletos.

Si dibujo esqueletos es porque la carne me recuerda a los sentimientos; la piel de gallina, el ritmo descontrolado del corazón, los nervios en el estómago, el temblor de piernas...
Los huesos, en cambio, no tienen sentimientos, ni nervios, solo sirven para sujetar y son los que me mantienen en pie.

Y así seguimos.

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