"Yo quiero las paredes blancas de las casitas de Andalucía". Me hablaron de un lugar donde la vida es mas tranquila donde el tiempo va más despacio y el nuestro deprisa al disfrutarlo. Me fui, cargada de ganas y amor causadas por la compañía, para ver si se me derretían los problemas con el calor que desprendía aquellos días el sol. Y en el coche el tiempo pasó entre canciones, risas, bailes. entre 20 túneles, varios puentes y las ganas de desconectar, por vivir, por desgastar el tiempo añadiendo momentos a la carpeta fotográfica de la felicidad, destinos a los que no volver por haber sido feliz, o quizás sí. Al llegar, cerveza y pescaíto rico, vino tinto, siesta, calles llenas de flores, verde, montaña, aire, la tranquilidad del alma, agua, playa, conchas, sentirte como en casa. Y al caer la noche, solo se podía contemplar el brillo de las estrellas y de estas casas blancas, tan puras, tan pacíficas, tan evasivas del mundo. Otra estrella fugaz que
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