"Yo quiero las paredes blancas de las casitas de Andalucía". 

Me hablaron de un lugar donde la vida es mas tranquila
donde el tiempo va más despacio y el nuestro deprisa al disfrutarlo.

Me fui, 

cargada de ganas y amor causadas por la compañía,
para ver si se me derretían los problemas con el calor que desprendía aquellos días el sol.

Y en el coche el tiempo pasó entre canciones, risas, bailes.
entre 20 túneles, varios puentes y las ganas de desconectar,
por vivir, por desgastar el tiempo añadiendo momentos a la carpeta fotográfica de la felicidad,
destinos a los que no volver por haber sido feliz,
o quizás sí.

Al llegar, 

cerveza y pescaíto rico, vino tinto, siesta, calles llenas de flores,
verde, montaña, aire, la tranquilidad del alma, agua, playa, conchas,
sentirte como en casa.

Y al caer la noche, 

solo se podía contemplar el brillo de las estrellas y de estas casas blancas, 

tan puras, tan pacíficas,
tan evasivas del mundo. 


Otra estrella fugaz que se te escapó y yo deseé nada más salir al balcón,
amarte siempre.

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