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Mostrando entradas de junio, 2016
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He dejado en la orilla malos recuerdos pasados  para que las olas lo arrastren a la profundidad del olvido, clavos que tenía clavados en el pecho que dejé hincar  para demostrarle a mis sentimientos que podían sentirlos, complejos que no me dejaban mostrar mi cuerpo. Lo he dejado todo en el mar,  y he dejado el cuerpo muerto  para que se lo lleve el aire y amolde uno nuevo. Aire que ha aliviado el calor del sol de mi cuerpo quemado  por demasiadas chispas que no se hicieron fuego. Y ahora, calma, esa calma que tanto me hacía falta.
No te ilusiones, por favor, no cedas, aunque te hayas adentrado en el desierto oscuro de sus ojos, aunque hayas acariciado la piel intacta de su mente, aunque hayas descubierto una mancha imborrable en su cuerpo. No te ilusiones, por favor, no lo hagas, aunque te tocara como nadie, aunque te haya tratado como un ser significante, aunque sea quien estabas buscando todo este tiempo. No te ilusiones, por favor, no prolongues el pensamiento, aunque hayas hecho realidad las escenas que creabas en tu cabeza, aunque hayáis recorrido medio mundo corporal, aunque pienses que por fin ha llegado tu momento. No te ilusiones, por favor, porque tarde o temprano te darás cuenta de que eres la persona que nadie esta buscando, porque tarde o temprano, desaparecerá, y volverá el daño.
Me da miedo mirarme al espejo durante mucho tiempo, sentir esa extrañeza de mirar mis ojos, mirarme, centrar la atención en mí. Me doy cuenta de que no soy como me veo. Tengo un rostro envejecido que se va deformando con el paso de los años, tengo los defectos demasiado marcados que provocan el alejamiento de personas  que me idealizaron por encima de sus posibilidades. No soy lo que creen. No soy lo que crean. Quizás sea ese el problema, que quiero ser humana y no perfecta.
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Solo le seré fiel al viento a los paisajes que me encuentro le seré fiel a la vida si con esto no me hace sufrir por dentro.
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Él, tan Frankenstein, yo, tan Elisabeth, unos seres que sobrepasaban el límite de la órbita de la estabilidad humana, unos incomprendidos, unos solitarios, que no habían descubierto el sentimiento de ser correspondidos. Era diferente, y eso me gustaba, era la bestia de Disney, y yo... una simple chica que soñaba con aquella biblioteca, buscando la belleza interior. Pero ni él era tan bestia, ni yo soy tan bella. Él sigue siendo Frankenstein, y yo una réplica malformada aún más solitaria. Él ha encontrado ya a su bella, y yo sigo en búsqueda de la cura para la cicatrización de heridas.