Él, tan Frankenstein,
yo, tan Elisabeth,
unos seres que sobrepasaban el límite de la órbita de la estabilidad humana,
unos incomprendidos,
unos solitarios,
que no habían descubierto el sentimiento de ser correspondidos.
Era diferente,
y eso me gustaba,
era la bestia de Disney,
y yo... una simple chica que soñaba con aquella biblioteca,
buscando la belleza interior.
Pero ni él era tan bestia,
ni yo soy tan bella.
Él sigue siendo Frankenstein,
y yo una réplica malformada aún más solitaria.
Él ha encontrado ya a su bella,
y yo sigo en búsqueda de la cura para la cicatrización de heridas.


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