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Mostrando entradas de septiembre, 2014
La playa, aquella de la que no puedo dejar de volver; esta vez tenía una trampa escondida entre una de las montañas. Había acabado el verano, pero aún se mantenía ese calor que provocaba el deseo de adentrarse en el agua. Fui sola, necesitaba desconectar un poco de la sociedad y de todo lo que conllevaba la responsabilidad adulta. No quería ver ni oír a nadie, solo escuchar el ruido de las olas acariciando de un lado a otro la arena, mojándola para que no se secara con el abrasador calor que desprendía el sol aquella tarde. Todo parecía estar en calma. Me acuesto sobre la toalla con la cabeza hacia arriba, entornando los ojos para poder ver la silueta de las nubes. Tras recobrar la desconexión de mi alrededor, siento una enorme avalancha de gente correr desde una punta de la playa hacia la otra, desesperada, huyendo de alguien o algo. Estaba dormida, y aún me costaba concienciarme de lo que estaba sucediendo a mi alrededor y reaccionar a tiempo. Noté como la avalancha se