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Mostrando entradas de enero, 2014
Se que no hay que tener prisa, pero aún no controlo lo de ser ilusionista, sigo siendo emocionalmente inestable, la chica con más desórdenes mentales que conozco. Pero me conozco, se lo que quiero y lo que no quiero en mi vida. Y yo antes estaba ilusionada. Ahora todo ha cambiado. No muestras tus ganas, que quizás ni las tengas, y yo oprimo las mías para no molestar(te), para que no desaparezcas definitivamente de mi vida; pero esto va así. Buscas, conoces, follas, te ilusionan y te abandonan. ¿Qué se hace mal? Lo malo es que ya no existen los románticos ni los ilusionistas. Y es mas fácil follar que hacer el amor. Y dentro de los poetas románticos disfrazados hay almas rotas que no quieren crear confusiones para seguir viviendo por amor al arte.
Hoy he salido a la calle con falda (raro en mí), negra, como siempre, como todo lo que me rodea. He hecho excepción, ha hecho un día de primavera y me he vuelto a poner mi camisa de plumas de colores para dar un poco de color, para no parecer tan suicida. Aún así, con mi nariz de payaso en la mochila, y mi banda sonora en los oídos, he salido a hacer un poco de comedia. Pero al volver a casa todo se vuelve tragedia. Llego a casa sin la luz del sol, las plumas de mi camisa ya no tienen sentido porque no hay nadie que las arranque y las lance al aire. Y vuelvo a ser la trágica masoquista, la dibujante de esqueletos. Si dibujo esqueletos es porque la carne me recuerda a los sentimientos; la piel de gallina, el ritmo descontrolado del corazón, los nervios en el estómago, el temblor de piernas... Los huesos, en cambio, no tienen sentimientos, ni nervios, solo sirven para sujetar y son los que me mantienen en pie. Y así seguimos.
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Ser como el grafito de un dibujo, quedándome marcada en el lateral de los dedos cuando mueves la mano por encima, corriéndolo todo.
Me alegro de las personas que no pueden desaparecer, que siempre tienen a alguien que les echa de menos; de aquellas que todo lo bueno tarde o temprano les llega y les vuelve; de aquellas que encuentran a alguien al azar, que complementan su vida desde el primer instante. Yo, en cambio, no he tenido esa suerte; puedo desaparecer cuando quiera sin que nadie me eche de menos, solo con decir que me voy, basta. No tengo que dar explicaciones a nadie, porque una persona que sobra nunca falta. Si vivo más de noche que de día es porque puedo perderme mientras los demás duermen; podría estar toda la noche deambulando por la ciudad, como tantas veces he hecho, y a nadie le importa, porque siempre vuelvo. Hasta que no tenga fuerzas para volver. Mi vida es así, intolerante a los sentimientos, solo soy una reacción alérgica en la vida de los demás, la última chica de la lista a quien recurrir cuando no queda nada, a mantenerla por si acaso, la chica que espera cuando sabe que no va a venir,
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Tanto dentro que dar, y ningún derecho a hacerlo. Ilusionista reprimida. Voy siempre dando, y en cada golpe voy perdiendo trozos de mí, descomponiéndome,  hasta quedarme en los huesos.
La edad no es tan importante. Puedes estar llorando como un bebé en brazos de un niño. Te preguntará porqué lloras; le mentirás y le dirás que estas triste porque tienes que volverte a la ciudad. Y él te responderá que no te preocupes, que siempre vuelves. Te abrazará muy fuerte y se esfumará todo lo que te come por dentro, que no tiene nada que ver con lo que le has dicho. Y es ahí cuando la vida te demuestra que tienes que luchar por él, que siempre tienes que volver.
Y de repente, esa nube solitaria, tan deforme y tan gris, comienza a llover sobre un alma semejante, que pasea por las calles con su propia banda sonora en los oídos, y una nariz de payaso en la mochila. Las malditas gotas impiden que alce la mirada hacia delante; al menos se esfuerza e intenta mirar hacia el suelo. Siente que el tiempo ya ha consumido su vida, que ha vivido suficiente, es un alma vieja y desgastada en el cuerpo de una joven. La edad a veces no acompaña a la mente.
Ten presente esto: Quédate con el que haga las noches fugaces, que no sientas la oscuridad de la noche, y en un abrir y cerrar de ojos la habitación se alumbre de una luz anaranjada y rojiza. Quédate con el que nada más verlo, nada más pronunciar su nombre, te salga una leve sonrisa; tal vez de alegría, de ilusión. Quédate con el que después de un buen polvo se quede acariciando tu espalda, sin prisas, recuperándote del orgasmo. Quédate con el que te siga las locuras, que comprenda tus sueños. Quédate con el que cada día te desee la mayor suerte del mundo, cuando sabes que tu suerte es él. Quédate con el que te capture un instante de la luna, del sol, de las estrellas, de las formas de las nubes que tanto te gustan. Quédate con el que te llene la vida de felicidad, y no deje que tus ojos se llenen de lágrimas. Quédate con el que haga que los días valgan la pena, con el que te recogió entre el montón de hojas secas y con cariño te está recomponiendo. Quédate con él el mayor ti
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Tengo un cuentagotas a destiempo. Va marcando el tiempo según la caída, según la humedad de mis ojos. A veces se entretiene deslizándose por mi cara, otras, en cambio, caen directamente a mi pierna, humedeciendo mis pantalones rotos de forma circular. El miedo al abandono, al olvido, poco a poco se va apoderando de mí. Mi corazón con cada latido descontrolado ahogando mi pecho, dejándome durante algunas décimas de segundo sin respiración, me obliga a no crearme falsas ideas sobre lo que me rodea, a no llamar a nadie, a pasar absolutamente de todo(s). Me obliga a permanecer en el transcurso de los días sin ningún cambio emocional, totalmente neutral. y en verdad es él el que marca el ritmo de mi vida; un latido descontrolado más, y acabará explotándome. Tengo que volver a acostumbrarme...
Desde mi rara perspectiva sobre las cosas, las hojas secas después de la lluvia vuelven a la vida, intentando seguir en la sombra para que no se vuelvan a secar. Los pájaros suicidas sobreviven en los cables mojados. Ya no hay hojas secas, están congeladas, esperando sobre las ramas verdes, esperando al viento para caer y ser destruidas de una vez; no aguantan tanta hermosura en los árboles, tan verdes, en las flores, tan llenas de color; y ellas tan rotas, tan absurdas entre esa multitud. entre ellas una, diminuta; verde, marrón y un poco gris. Ha sido presa del aglomerado que se usa en las mezclas asfálticas, la lluvia no puede con ella, está sepultada hasta que rompan la carretera. Es algo por lo que tendrá que acostumbrarse, nunca podrá descubrir la tranquilidad, será pisoteada minuto a minuto por los coches de la ciudad. Ojalá tuviera fuerzas para arrancarse a sí misma, pero no hay ninguna solución. Nadie se da cuenta de que está ahí, degradándose, pero dejando u
Llueve. Y lo único que se me ocurre es sentarme en el balcón, con las piernas entre los barrotes, fumándome el último cigarro de la madrugada. Y no pensar en nada. Miento, nunca puedo dejar la mente en blanco. A veces no entiendo porqué sucede todo, porqué todo lo que deseo lo veo tan lejos, tan borroso. Me siento como el actor en "Desmontando a Harry" de Woody Allen, estaba desenfocado, nadie podía verlo con claridad. Y así es como me siento, sin nitidez, sin brillo, con amplitud de saturación de la que causo molestia en la vista de los demás. Intento pensar que todo va a cambiar, mientras se cuelan sin permiso las gotas de lluvia en mis ojos. Tendré que ampliar la duración de mi paciencia.
"Es una gran cicatriz en el corazón que durará siempre, pero en el momento de narrar esta página de mi vida, mi corazón palpita como si fuera a remover ruinas queridas" dijo una vez Gustave Flaubert. Cuantos balcones, encuentros, despedidas llevo a la espalda. Cuantas huidas sin ninguna razón, cuantos abandonos, cuantos moratones, cuantas flechas rotas clavadas, sin ningún medio para sacarlas. Cuantos momentos... para nada. 
Hoy es uno de esos días en los que te faltan las palabras. Esto va por rachas, me hundo en el fango y vomito palabras, y cuando salgo, todo se congela, y ya no me sale nada. Será que estos días estaba esperando el cielo blanco, para contemplar con más nitidez las aves, tanto las que vuelan como las que arriesgan su vida pasando por el cable. Hoy los sentimientos me los guardo para mí, soy esa hoja seca que esta esperando una pequeña brisa para caer, pero aquí solo hay árboles verdes, y no me encuentran por ninguna parte.
Y cada día que pasa, miles de preguntas se me acumulan y se entremezclan entre los nervios de mi cerebro, sin solución, sin salida, oprimiendo todo pensamiento positivo; y siempre me pregunto: ¿quién va a querer estar al lado de una persona dramática masoquista exagerada? ?quién aguantará mis sueños raros? ¿Quién soportará mis interminables abrazos? ¿Quién quiere tener a alguien en el camino que solo piensa en volar? Ni siquiera lo bueno que tengo es bueno para los demás. Nadie quiere a una mujer con la mente en las nubes y los pies en el suelo, a una mujer con despertares variados: días en los que me levanto hiperactiva, otros cariñosa, en la mayoría bastante vaga, permaneciendo horas acostada mirando los restos que quedan de las estrellas que tenía pegadas en el techo. Nadie quiere al lado una caja de sorpresas, quieren a una persona mentalmente estable, y yo soy todo lo contrario. Soy la persona con más desórdenes mentales que conozco, cada día voy sacando conclusiones estúpidas
Durante toda mi vida he sido el verbo auxiliar de vuestras perífrasis verbales, completando siempre vuestra acción, dando sentido y concordando el sujeto y complemento directo, y yo siempre en medio. Me gustaría ser participio, o gerundio, incluso complemento circunstancial de tiempo y lugar, pero siempre estoy de apoyo con el "tener que" "deber", etc. Quiero ser un tiempo verbal que no necesite ningún complemento, ni auxiliares, ni sujetos. Quiero ser un verbo libre; pero todos los apartados lingüísticos necesitan complementarse para tener sentido. Y así voy, buscando mi conjugación libre.
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Estoy emocionalmente descontrolada. No soy consciente del paso del tiempo, de lo que hago, de lo que no; es como si soñara despierta, o directamente esto fuera un sueño interminable. No siento el dolor, pero sí el viento que me balancea de un lado a otro. Salir al balcón y sentarme en el tejado, desafiando a la gravedad, andando entre tejas aguantando el equilibrio para no matarme. Así es como he estado esta tarde, y como está mi vida; al borde de las tejas. Ponerme a pensar a los logros, y tras hacer balance, darme cuenta de que no he conseguido nada; que todo sigue igual, que sigo estando sola entre la multitud materialista, que sigo pasando desapercibida en la vida de los demás. si todos tienen el derecho a desaparecer, ¿por qué yo no?. Será el comienzo de mi fin. El fin de un ciclo, o el fin de mi vida.
Cuando voy perdiendo las fuerzas, cuando se me nubla la vista, cuando mi corazón descontrolado palpita sin cesar, caigo al suelo, como una pelota sin elasticidad; en seco.  Y no siento nada, solo voces alrededor gritando mi nombre, pero el resto de mi cuerpo se queda inerte, sin fuerza de movimiento, sin ningún envío de información para volver a ser consciente. Esta vez ha sido diferente; me he despertado de la terrible pesadilla, solo era un sueño, un sueño que a veces se hace realidad. Puta pesadilla, puta realidad. Y no hay nada para evitarlo. O quizás si, no pensar demasiado.
Si algo he aprendido es que a veces los momentos malos que intentas ocultar a las personas, en realidad son pequeños detalles que hacen que ahora seas diferente; y cuando los sacas de ti es como si te sacaras una de las innumerables púas clavadas en los pies, las que hacen que no sigamos firmes. Es inevitable que esos momentos no sean recordados alguna vez, aunque no queramos forman y formarán siempre parte de nosotros. Habrá personas que nos abandonen por ello, otras se quedarán. Y daré mas importancia a los que me ayudan a quitarme las púas que a los que provocan que me las clave.
No hay que recordar a alguien que se ha marchado un solo día. La función de la memoria es recordar, a veces recordamos a seres que realmente son insignificantes en nuestras vidas y los tenemos presentes, cuando en realidad deberíamos recordar a esas personas que ya no están con nosotros y han sido imprescindibles.
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Inerte en el mar de dudas.