Ven.

Siéntate.

¿Ves esta herida de aquí?
Fue la primera que me hiciste
¿la notas aún ardiendo?
Es porque mi cuerpo no tolera la cicatrización de las heridas.

Ahora quiero que cierres los ojos,

Aguanta, no dolerá mucho.

Apretaré mis dientes sobre tu cuello,

Y te dejaré marcada cada diente,
Incluso el torcido,
Para cuando te mires al espejo,
Veas las líneas discontinuas de cada uno de nuestros encuentros,
Para que recuerdes cada reto,
Para que recuerdes que perdiste a una persona que no quería prescindir de ti,
Sólo por momentos.

Vamos a confesarnos ya,

Que demasiados pecados tenemos en la espalda,
Y en la boca.

Dile a ella donde estabas cada tarde cuando salías de trabajar,

Dile a quién mandabas siempre mensajes de madrugada,
Despertándola,
Diciéndole que quería disfrutar de cada momento con su cuerpo.

Confiesa ya tirano,

Que este flan de albaricoque se ha convertido en una gota de brea que se ha solidificado y ya no puede volver a su estado natural.

Dentro de cada uno de tus poemas de tristeza se esconden cada uno de nuestros polvos mientras el sol caía y sonaban las campanas.


Déjate de penas, que se te ve la cola negra de cuervo.


Vamos a jugar a mi juego,

A ver quién es el primero en decir la verdad.

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