Esta noche he salido a entremezclarme entre las hormonas revolucionarias activadas recientemente,
risas frescas que irritan los oídos,
parejas en todas las esquinas y en todos los portales,
la primavera está dando efecto.
Pero para mí ahora llega tarde,
mi primavera comenzó en un noviembre otoñal,
mudando las hojas antes de tiempo;
mi vida es un descontrol estacional.
Esta noche he tenido un lapsus emocional.
Has trazado una línea paralela y a la vez perpendicular cuando iba de camino al bar.
Te he mirado demasiado tarde,
tú me habías visto antes,
y has trazado la línea perpendicular dándome la espalda,
con una leve sonrisa.
Me has reconocido,
y yo, como siempre,
mirando después por tener la manía de mirar hacia el suelo.
Y he recordado antaño,
aún recuerdo cuando la máquina de café de la biblioteca no tenía cucharillas,
y sólo se me ocurrió moverlo con un boli,
estaba demasiado amargo.
Éramos desconocidos que se estaban conociendo,
pero de diferente forma;
estábamos rotos por dentro,
escribíamos,
pero no queríamos hacerlo juntos.
Y fue bonito, oye.
El efecto del tiempo no pasa por nosotros,
aún seguimos escribiendo,
a pesar del intervalo prolongado en el que tuvimos que compartirlo con aves de paso que permanecieron con nosotros durante bastante tiempo.
Supongo que nos volveremos a ver,
no sé cuando,
no sé dónde,
pero ésta vez no voy a seguir evitándote.
risas frescas que irritan los oídos,
parejas en todas las esquinas y en todos los portales,
la primavera está dando efecto.
Pero para mí ahora llega tarde,
mi primavera comenzó en un noviembre otoñal,
mudando las hojas antes de tiempo;
mi vida es un descontrol estacional.
Esta noche he tenido un lapsus emocional.
Has trazado una línea paralela y a la vez perpendicular cuando iba de camino al bar.
Te he mirado demasiado tarde,
tú me habías visto antes,
y has trazado la línea perpendicular dándome la espalda,
con una leve sonrisa.
Me has reconocido,
y yo, como siempre,
mirando después por tener la manía de mirar hacia el suelo.
Y he recordado antaño,
aún recuerdo cuando la máquina de café de la biblioteca no tenía cucharillas,
y sólo se me ocurrió moverlo con un boli,
estaba demasiado amargo.
Éramos desconocidos que se estaban conociendo,
pero de diferente forma;
estábamos rotos por dentro,
escribíamos,
pero no queríamos hacerlo juntos.
Y fue bonito, oye.
El efecto del tiempo no pasa por nosotros,
aún seguimos escribiendo,
a pesar del intervalo prolongado en el que tuvimos que compartirlo con aves de paso que permanecieron con nosotros durante bastante tiempo.
Supongo que nos volveremos a ver,
no sé cuando,
no sé dónde,
pero ésta vez no voy a seguir evitándote.
Comentarios
Publicar un comentario